Esta obra maestra de Stephen Crane, La roja insignia del valor, nos describe con terrible y desolada ironía un episodio de la guerra civil nortemericana. La novela constituye un valioso ejemplo del género de relato bélico, en el que se mezclan saviamente elementos reales y ficticios.
Crane drew from a variety of sources in order to realistically depict battle. Century's "Battles and Leaders" series served as direct inspiration for the novel, and one story in particular (Warren Lee Goss's "Recollections of a Private") contains many parallels to Crane's work.[24] Thomas Beer wrote in his problematic 1923 biography[25] that Crane was challenged by a friend to write The Red Badge of Courage after having announced that he could do better than Émile Zola's La Débâcle. This anecdote, however, has not been substantiated.[26] The metaphor of the "red badge of courage" itself may have been inspired by true events; historian Cecil D. Eby, Jr. noted that Union officer Philip Kearny insisted his troops wear bright red unit insignia patches, which became known as marks of valor and bravery.[27] While the 304th New York Volunteer Infantry is fictional, many strategies and occurrences in the novel echo actual events during the Civil War. Details concerning specific campaigns during the war, especially regarding battle formations and actions during the Battle of Chancellorsville, have been noted by critics.[28]
la roja insignia del valor epub files
En esta novela el conflicto bélico queda despojado de toda solemnidad o romanticismo. La roja insignia del valor ofrece un retrato crudo de la guerra, que se nos aparece como un espectáculo temible, sórdido y delirante. Publicada en 1895, constituye un clásico de la narrativa bélica y una obra fundamental de la tradición literaria norteamericana.
Un tipo con mala suerte. Con talento y vida corta. Malditos, los llaman. Stephen Crane venía troquelado por mimbres distintos a otros Max Estrella del mundo. Voluntarioso, genialoide, con pulso periodístico, tempranas inclinaciones literarias en las volutas de su pensamiento y algunas derivas bohemias, más impuestas que elegidas, el escritor trabó amistad con el inhóspito Joseph Conrad (que le entregó su amistad sin reservas) y Ford Madox Ford. Fue admirado por la reservada Virginia Woolf, Hemingway o el autodestructivo Scott Fitzgerald. Su resuello le falló en 1900, deshecho por la tuberculosis, antes de conducir un automóvil, contemplar un aeroplano o ver una película. Pero tuvo tiempo de conocer la bombilla de luz, la cerveza Budweiser, el kétchup Heinz, la Prensa, la máquina de escribir, la liga profesional de béisbol, cubrir la Guerra de Cuba y escribir un librazo: La roja insignia del valor. Ahí queda. A esta voluntad de mil caras, inaprensibles, ha empujado a Paul Auster, un autor tan alejado de su estilo, a dedicarle una sólida biografía, La llama inmortal de Stephen Crane. El autor de Leviatán y El libro de las ilusiones, en un rapto de entrega, lo califica de poeta y su voz tiembla al decirlo.
2ff7e9595c
Comments